Ciudades naturalizadas o ecosistemas urbanos.

Oliver López Corona
4 min readNov 26, 2021

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Oliver López-Corona & Elvia Ramírez-Carrillo

Para luchar contra la pérdida global de vida silvestre, las ciudades de todo el mundo están intentando crear áreas abiertas y renaturalizar sus vecindarios, en lo que muchos entienden como un esfuerzo por devolver una región a su forma natural y sin cultivar, al tiempo que incluye nuevos componentes de diseño arquitectónico y paisajístico.

En general la práctica de naturalización o “rewilding” en inglés, cuando se realiza en ambientes naturales se entiende tradicionalmente como restaurar la biodiversidad original en un ecosistema, generalmente mediante la devolución de especies animales de orden superior, que a su vez estabiliza las de orden inferior, siendo la reintroducción de lobos al Parque Nacional de Yellowstone en 1995 uno de los ejemplos más conocidos y de mayor éxito. Durante los primeros 15 años después de la reintroducción del lobo, estudios de cascadas tróficas revelaron que efectivamente existen señales iniciales tanto en plantas como en animales, de recuperación del ecosistema.

Sin embargo resulta poco plausible asumir este enfoque de forma rigurosa en áreas urbanas, es decir, si bien la naturalización en áreas naturales puede tener por objetivo el regresar el ecosistema a estados lo más cercanos a lo prístino, esto es claramente inviable en un ambiente urbano, donde el objetivo tendría que ser otro. Pero, ¿cuál?

Pensamos que la respuesta a esta cuestión pasa primero por el reconocimiento de que es necesario dejar de concebir a las ciudades sólamente como ecosistemas degradados, sino como un nuevo tipo, los ecosistemas urbanos.

En un artículo que tenemos en revisión sobre cómo evaluar la capacidad planetaria para responder a perturbaciones, incluidas las antropogénicas, hemos propuesto una nueva definición de ecosistema:

Un ecosistema es un sistema termodinámico abierto constituido por una comunidad de organismos vivos en conjunto con los componentes no vivos de su entorno que a través de sus interacciones y procesos evolutivos, limitados por las condiciones externas, se autoorganizan en una disipación máxima del flujo de fotones solares, en el que el sistema se encuentra en criticidad, con máximas capacidades computacionales e inferenciales que le permiten responder y prosperar bajo incertidumbre, factores estresantes, perturbaciones y, en última instancia, tiempo, en un contexto geográfico bien definido.

Bajo esta propuesta de definición de ecosistema urbano, entonces el objetivo de naturalizar a una ciudad se traduce en crear una configuración de elementos naturales y no naturales que satisfagan las funciones ecosistémicas tales como la regulación térmica (evitar por ejemplo islas de calor), regulación del ciclo hidrológico (captación y filtración adecuadas para no tener inundaciones), regulación y fijación de carbono, polinización, filtración y amortiguación de contaminantes en el suelo, entre otros. Un ecosistema urbano sano debería entonces funcionar cerca de valores óptimos de calidad del agua, aire y temperatura ambiental; debería producir buena parte o idealmente la totalidad de los alimentos requeridos por las diferentes especies que lo habitan incluyendo de forma importante a Homo Sapiens. En este estado de salud ecosistémica urbana, las ciudades además serían no sólo resilientes sino incluso antifrágiles.

De esta manera por un lado sí requerimos conservar en un sentido estándar del término las áreas naturales protegidas que están alrededor o al interior de las ciudades, pero también mediante procesos que podríamos entender como construcción de nicho, generar las condiciones necesarias para establecer o mantener las funciones ecosistémicas urbanas por ejemplo estableciendo redes de huertos urbanos, jardines de polinizadores, sistemas de captación de agua, etc. Esto último se está haciendo por ejemplo con la generación de elementos artificiales como los “superárboles” de los Gardens by the Bay en Singapur. De la misma manera no tendría sentido remover todos las jacarandas de la ciudad de México por ser especies exóticas sino hacer un esfuerzo de naturalización en otra acepción de la palabra en el sentido de “hacer que una especie animal o vegetal adquiera las condiciones necesarias para vivir y perpetuarse en un entorno distinto de aquel de donde procede”.

Creemos que pensar a las ciudades como ecosistemas urbanos nos posicionan en el camino adecuado para tener espacios urbanos más verdes, más biodiversos, productivos, sanos y antifrágiles.

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Oliver López Corona
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Written by Oliver López Corona

Lévy walker of life, trying to have #SkinInTheGame and practicing #antifragility. https://www.lopezoliver.otrasenda.org/

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